PARKER Y KRISTINA. LA HISTORIA DE UN AMOR. CAP. 209

Buenas noches. Gracias por acompañarme en este final de historia. Hoy ha quedado un poco largo, pero había que explicar demasiadas emociones y he preferido dejarlo así para que lo leáis y disfrutéis con calma.

Un abrazo.

El cielo comenzaba a teñirse de naranjas, malvas y rojos. Daba la señal de que el día estaba llegando. Un día muy especial para la pareja y la familia, aquellos premios eran un buen motivo para sentir expectación por ese triunfo que se merecían. También era un día especial para Electa que se encontraba en el jardín, sentada en una de las dos butacas observando ese amanecer. No había podido dormir, cerrar los ojos en toda la noche, las emociones andaban tan revueltas que no fue capaz de serenarse. Llevaba allí un buen rato, bebía lentamente de su taza de café, aprovechó que no estaba Isabella para tomarlo solo y bien cargado. Si la aparición de su hermana y todo lo que contó no la había matado, un café tampoco lo haría. Algunas nubes iban apareciendo entre aquel cielo colorido, cuando se dejó ver el sol, el cielo adquirió un color rosado que hizo que el crepúsculo fuese todavía más hermoso. (Autora: Luz ldana)

—¿Puedo sentarme?

La voz de Everly la sobresaltó. Electa le hizo una señal para que lo hiciera.

—Lo siento, siento todo lo que he hecho durante mi vida, siento no haber protegido a Parker cuando era pequeña, maltratarla cuando la vi cerca de alguna chica, siento la vida que le di. Tú hubieras sido mejor madre que yo. (Autora: Luz ldana)

Electa no contestó tan solo dio un trago de café.

—¿Vas a decirle que estoy aquí? —preguntó preocupada después de un silencio pesado.

—Sí. No guardo secretos con ella, ya lo sabes. (Autora: Luz ldana)

—¿No puedes guardar este?

—Llevo toda la noche preguntándome si mereces mi ayuda, mi cabeza me dice que no, mi corazón me dice que tampoco, pero tienes razón en algo, te vas a aprovechar del gran corazón de mi mujer para que hayas pasado aquí la noche y que te acompañe a ese lugar. Y no, no voy a guardarle a mi hija ningún secreto. (Autora: Luz ldana)

El silencio fue significativo.

—Parker merece ser libre y feliz como lo es ahora, y aún en estos momentos, sigue pensando en ti. Voy a hacer esto por ella, voy a ayudarte para que deje de pensar que estás sola. Desgraciadamente, eres afortunada, como lo fue mamá a la que me cargué yo porque tú estabas muy ocupada con mi hija. (Autora: Luz ldana)

—Toda mi vida ha sido una mentira, Electa. Me he dado cuenta del daño que he hecho, y del que sin darme cuenta me estaba haciendo a mí.

Electa guardó silencio, le negó la mirada. (Autora: Luz ldana)

—¿A ti? —preguntó con ironía.

—Sí, no sabía que Parker significaba tanto para mí, y no hablo del dinero, ni de la fama, hablo de su preocupación sincera siempre, sé que no le habrá sido fácil no llamarme, no venir, pero solo así me he dado cuenta que había algo en mí que no veía y era el amor por ella, la seguridad que tenía en mi vida con ese amor que me daba tan solo con su presencia.

Calló, Electa miraba el horizonte con los ojos entornados.

—Me arrepiento de corazón —susurró con tono compungido. (Autora: Luz ldana)

Tras la frase estuvieron en un incómodo silencio.

—Será mejor que te preparares, iremos a primera hora, no quiero tenerte en mi casa más tiempo del estrictamente necesario. (Autora: Luz ldana)

Electa se levantó y se fue. Everly cerró los ojos, al abrirlos todo aquel maravilloso cielo se había vuelto oscuridad, con nubes grandes y oscuras se extendieron ante sus ojos.

En la cama de la casa de la playa se había vuelto un revuelo importante, la ocupaban las cinco con los perros y Katson. Parker y Kristina reían a carcajadas, Milagros y Suzanne también mientras Connie y gallo les ofrecían un concierto desafinado de canto.

—¡Chicas, venga, hay que ir a desayunar! —les dijo Kristina. (Autora: Luz ldana)

—¡Hemos ayudado a Micaela! —le dijo Milagros—. Por cierto, mamá Parker, ¿cuándo empezamos las clases de español?

—¿Tan mal lo hablo? —dijo haciéndose la sorprendida. (Autora: Luz ldana)

—Entre tú y yo ¡fatal! Como si llevaras goma de mascar en la boca todo el rato —decía muerta de risa.

—¡Es cierto, hasta Micaela lo dijo! —apuntó Suzanne. (Autora: Luz ldana)

—Y mamá Kristina ni te cuento… ¡Horrible! Voy a tener que hacerme maestra para vosotras.

—¡Vamos a desayunar! —gritó Connie saliendo corriendo de la cama.

—La que nos va a caer con Milagros —susurró Parker. (Autora: Luz ldana)

—No quería decirlo, pero… ¡A ver qué nos inventamos para escaquearnos de sus clases! —reía divertida—. Buenos días, mi amor.

Se le echó encima besándola con locura, la risotada de Parker llegó hasta la cocina.

—Ya está mamá Parker riendo, seguro que mamá Kristina le está haciendo cosquillas —dijo Milagros ante la sonrisa de Micaela. (Autora: Luz ldana)

Durante la mañana, Parker y Kristina estuvieron respondiendo el teléfono, Allen iba a estar con ellas. Habían hablado con las chicas del círculo rojo porque todas iban a estar en los premios. Sofía sería la encargada de entregárselo a Parker si lo ganaba. Se había hecho un código rojo divertido en el que las niñas también aparecieron. Kristina habló con Nathalie para saber la evolución de Támara a la que se le había complicado un problema en uno de sus pulmones.

—Amiga, quiero decirte una cosa, ¿recuerdas cuándo fuiste a la prueba de la serie y me decías lo feliz que estabas por trabajar con Parker? (Autora: Luz ldana)

—Claro que me acuerdo —sonrió ampliamente al recordarlo.

—Pues ayer me di cuenta de lo mucho que has evolucionado, se lo decía a Lana, mi Kristina se ha forjado, se ha hecho una tía empoderada, fuerte, valiente… Y no sabes lo mucho que me alegro porque me hace feliz verte feliz. (Autora: Luz ldana)

—Gracias, Nathalie. Tú más que nadie has vivido junto a mí todo el proceso y sin ese apoyo o tus toques de atención, seguiría esperando a que la vida pasara de largo.

—Te quiero mucho, Kristina.

—Yo también. Y me siento muy agradecida con la vida por ti, por mi familia, por estar al lado de una mujer que cada día quiero más. (Autora: Luz ldana)

—¡Ayer la dejaste boquiabierta! Me moría de la risa.

—Sí, no lo esperaba, aunque me conoce tan bien que sabía que estaba haciendo algo a sus espaldas.

—Me alegra tanto veros así. Transmitís tanto amor… sois tan bestias… (Autora: Luz ldana)

Las dos se echaron a reír divertidas.

Al despedirse de su amiga, quien le había dicho que iba a ganar el Emmy, salió en busca de Parker, la vio en el jardín mirando el horizonte mientras Connie estaba a su lado sentada con gallo jugando con algo en el suelo. Desde su posición notó la rigidez en su espalda, sabía que no era por el premio.

—¡Os estaba buscando, parejita! —les dijo sonriendo. (Autora: Luz ldana)

—Gallo está aprendiendo a hacer una muralla —Connie respondió divertida mientras le enseñaba a gallo todo lleno de arena.

—Muy bien, mi vida —respondió Kristina y se acercó a Parker para preguntarle bajito—. ¿Qué ha pasado? (Autora: Luz ldana)

—Me ha llamado Isabella, me ha dicho que vienen de camino.

—¿Ya? —miró el reloj—. Bueno, no pasa nada más tiempo estarán aquí.

—Me ha dicho que tenemos que hablar —la miró fijamente, en su mirada le transmitió cierto miedo.

—¿Te ha dicho sobre qué? —movió la cabeza para negarlo—. ¿Crees que es sobre Everly?

—Supongo que sí. (Autora: Luz ldana)

—Pero ¿te ha llamado el médico? —se mostró algo alterada.

—No, no he tenido noticias, me dijo que estuviera tranquila que estaba en el hotel y habían logrado que colaborara con la enfermera.

—Bueno, cariño, no te preocupes antes de hora. (Autora: Luz ldana)

Le pasó el brazo por la cintura atrayéndola hacia ella mientras Parker sonreía con tristeza apoyando la barbilla en la cabeza de Kristina.

Media hora después, llegó la pareja. Micaela con Connie se fueron junto a Suzanne y Milagros, tal y como Parker le pidió, quería estar a solas para poder hablar tranquilamente. Kristina abrió la puerta de fuera mientras Parker salía a su encuentro, vio bajar a las dos y eso ya le tranquilizó por un momento pensó que le había pasado algo a Electa. Kristina se puso en seguida a su altura una vez cerró la puerta. (Autora: Luz ldana)

—Hola, niñas —las saludó Isabella antes de llegar a su altura.

Se besaron y Electa les pidió un lugar tranquilo para hablar. Como las niñas estaban en el jardín de la habitación de la calma, decidieron ir a la pequeña sala para hablar sin ser interrumpidas. Se sentaron las cuatro con una jarra de zumo de frutas que era del gusto de todas. Por los gestos de Isabella y Electa tanto Parker como Kristina intuyeron que de lo que iban a hablar no era agradable. Y fue Electa la que rompió la tensión. (Autora: Luz ldana)

—No voy a poner paños calientes a esto, Parker, anoche Everly se presentó en nuestra casa.

—¿Cómo? —el gesto de asombro fue total.

—Vino para decirme que quería ingresar en la residencia de lujo que yo un día le propuse.

—Pero… —Parker no podía hilar palabra. (Autora: Luz ldana)

—Debo decirte que me sorprendió que asumiera toda la responsabilidad sobre ti por lo que ocurrió desde que mi madre le propuso tenerte. Aunque para ella la culpable de todo fue mi madre.

—También es cierto que Electa estuvo muy agresiva con ella, le hizo ver que podía haberte devuelto con tu verdadera madre, que no podía evadir su responsabilidad. (Autora: Luz ldana)

Se hizo el silencio, Parker y Kristina miraban a las dos con gesto asombrado.

—No quiere que tú te hagas cargo de nada, seré yo quien me responsabilice de ella. Por lo pronto esta mañana a primera hora hemos ido a la residencia y ya tiene su pequeño bungalow, tiene una habitación, un pequeño comedor y un baño adaptado. Una pequeña zona de jardín. Es de lujo, y no le va a faltar nada. Además han firmado un contrato de confidencialidad para que nadie sepa que está ahí, ni salga información, ha sido ella quien lo ha solicitado. (Autora: Luz ldana)

—Habló de… —no se atrevió a seguir le temblaron las pupilas y Kristina instintivamente le agarró la mano.

—Sí, me explicó qué pasó, me pidió perdón y tuve que hacer un gran esfuerzo por no arrancarle los ojos.

—Literalmente —apuntó Isabella con gesto serio. (Autora: Luz ldana)

—Dice que está arrepentida, y me ha pedido dos cosas, una que no vayas a verla, que acepta tu resentimiento. Otra que se siente culpable por todo lo que te pasó, no quiere que nadie sepa que está allí, por eso hemos negociado con la residencia para evitar que salga cualquier noticia desde dentro. Y lo más importante para mí, te da permiso para contar lo ocurrido es digamos… que lo cuentas y ella acarrea con su penitencia. (Autora: Luz ldana)

—Os dije que la soledad le afectaría, que la hayas dejado sola, Parker, le ha hecho aflorar ese sentimiento de culpabilidad.

Isabella lo dijo con tono repleto de calma. (Autora: Luz ldana)

—Puedes hacer lo que consideres oportuno, hija, por mi parte no voy a decirte qué debes hacer —le dijo ante su mirada dubitativa—. Te diré donde está.

—Gracias —susurró Parker con un hilo de voz ante la mirada de Kristina apenada—. ¿Te ha pedido perdón a ti? (Autora: Luz ldana)

—Sí.

—¿La crees? —la miró fijamente.

—No importa que la crea o no, cariño, yo no puedo perdonarla, no puedo.

Parker asintió con gesto pensativo. No esperaba que sucedería aquello, salía de toda su previsión.

—Allí no le va a faltar de nada, tenía miedo porque en el hotel estaba sola y lejos. En la residencia estará acompañada, y sus remordimientos estarán más distraídos. El lujo no podía taparlos —Electa seguía hablando con gesto serio, impresionaba a Kristina que no la había visto así. (Autora: Luz ldana)

—Le ha visto la cara a la muerte, esta vez sí, y se ha muerto de miedo —agregó Isabella convencida de que su postura era sincera.

—¿Vas a ir a verla? —le preguntó Parker.

—No. Yo ya he hecho lo que ella me ha pedido. (Autora: Luz ldana)

—Gracias por contármelo. No imaginé nunca que fuera así… Que fuera capaz de pedir perdón, tenías razón, Isabella.

—Las personas somos muy valientes hasta que llega el momento en que o te vuelves loca y pierdes todo raciocinio de lo que has hecho en tu vida, o los remordimientos no te dejan vivir cuando se acerca tu final. (Autora: Luz ldana)

—Te lo he contado porque quiero que seas feliz, Parker. Para que te quites esa duda de si estaba bien o no, ella quiso estar allí y le diste todos los lujos. Lo mismo que hiciste durante toda su vida, además ella lo ha reconocido. Ahora quiere estar aquí y puede permitirse con el dinero que tú le has dado hacerlo. Así que, me gustaría que pensaras en tu mujer y tus hijas, pero sobre todo, me gustaría que pensaras en ti, hija, en ti. Ella sabía que podía manejarte de igual modo que lo hizo conmigo hasta que te perdí y huí de esa casa. Es tan maligna como lo fue mi madre, y ella sabe como murió mi madre. Quizá no lo haya hecho de corazón, aunque mi mujer diga que sí, y haya sido el miedo quien la haya traído hasta aquí, realmente, la razón, como diría Rhett Butler «me importa un bledo», pero piensa en ti, Parker. (Autora: Luz ldana)

Parker la miró asintiendo, mientras Kristina buscaba la mirada de Isabella quien hizo una pequeña contracción en sus labios mostrándose inquieta.

—Hoy es tu gran día, cariño, disfrútalo.

La voz de Electa trató de borrar la arruga de la frente de Parker y también el pellizco sabía que sentía en el corazón. (Autora: Luz ldana)

Como la hora de irse a casa de Parker para prepararse se estaba acercando, las niñas al saber que estaban allí sus abuelas salieron a recibirlas, les contaban atropelladamente sus cosas, y aquello ayudó a Electa a distraerse lo suficiente, a reírse y en un momento dado dejarse abrazar por las tres niñas que por orden de Isabella dieron los mimos que necesitaba la abu. Parker estaba en la habitación preparando algunas cosas que debía llevar y Kristina aprovechó el momento para acercarse a Isabella y hablar con ella.

—Tranquila, Kristina, esto es lo mejor. Si Parker siente necesidad de ir, irá y está cerca.

—¿No le hará más daño? —desconfiaba totalmente de Everly. (Autora: Luz ldana)

—No, creo que la purga que ha vivido con el infarto, porque finalmente, fue un infarto y la soledad le ha servido de lección. Everly llegó a casa sin una pizca de soberbia. Está delicada, eso sí, debo reconocer que su estancia en mi casa provocó que por un momento no reconociera la actitud de Electa. Mi mujer no me dejó ayudarla a cambiarse la ropa, lo hizo ella, es su hermana y es su deber, me dijo, con la mirada fría como el hielo. Nunca había visto a Electa así. (Autora: Luz ldana)

—Es que para ella también es duro —su tono apesadumbrado le hizo darse cuenta a Isabella que estaba impresionada.

—Mucho. Pero en el fondo me alegro que viniera porque ha permitido a Electa sacar su rabia, la rabia contenida solo trae enfermedades horribles. Hay que sacarla fuera, y aunque por un momento pensé que no podía controlarla con su furia, hasta me planteé por unos segundos la posibilidad de llamar a Parker, Everly le ha dado la oportunidad de sanar. (Autora: Luz ldana)

—Admiro a Electa, con todo lo que pasó y que haya hecho esto.

—Lo ha hecho por Parker, no por Everly. (Autora: Luz ldana)

—Bueno, pero lo ha hecho y eso es lo que cuenta. Le estoy infinitamente agradecida.

—Mi niña tiene suerte contigo —le acarició con cariño la mejilla—, estoy segura que esto también la liberará a ella.

—Gracias, Isabella. (Autora: Luz ldana)

Kristina se abrazó a la mujer como si ella también pudiera liberarse de la pesadilla que era Everly, mucho más después de saber todo lo que sabía del daño que le había hecho a Parker.

Parker bajó con una mochila y las niñas rápidamente preguntaron cuando las iban a ver por televisión.

—Las abuelas pondrán la tele y estaremos ahí, pensad que en todo momento estaréis con nosotras. Cuando miremos a la cámara os estaremos mirando a vosotras.

—Estoy segura que vais a ganar, pero si no ganáis os querremos igual —les dijo Milagros mientras Connie abrazaba a Kristina. (Autora: Luz ldana)

—Lo importante no es ganar, es el camino que haces hasta llegar a esta meta. Kristina y yo hemos disfrutado muchísimo trabajando, ese es el gran regalo, no lo olvidéis. No lo es triunfar, es hacer lo que tu corazón te dice con todo el amor que sientas por lo que haces.

Las niñas asintieron y ella sonrió. Se despidieron con gritos de que para ellas eran las ganadoras y que iban a estar animando. Electa abrazó con fuerza a Parker y le susurró al oído: (Autora: Luz ldana)

—Olvídate de todo, y disfruta del momento.

—Gracias, mamá —le dejó un beso en la mejilla—. Gracias por todo.

—¡Venga, venga! Vamos que os tengo que pasar el romero. (Autora: Luz ldana)

—¡Oh, el romero! —gritó divertida Kristina para tratar de borrar ese gesto que no le gustaba en el rostro de ambas mujeres.

—¡Yo también quiero —le dijo Kristina abrazando con fuerza a Electa (Autora: Luz ldana)

—¡Y yo!

Milagros y Connie quisieron también su parte, y a pesar de que Suzanne y Electa estaban apartadas, también les llegó el romero con las carcajadas de todas por las caras que ponían la pareja, aunque aquel gesto de Suzanne ya no tenía nada que ver con el enfurruñado de siempre, ahora más bien, parecía copiar los gestos divertidos de Electa.

En el coche, no pudieron hablar de nada porque las llamó Allen en el mismo momento que Parker se incorporaba a la carretera. (Autora: Luz ldana)

—Hola, chicas, ¿cómo van los nervios?

—Van, Allen —sonrió Kristina.

—Quiero comentaros varias cosas, antes que nada, lo que quiero deciros prefiero que sea así, sin nadie delante. (Autora: Luz ldana)

—Estamos solas.

—Sé que el otro día tuvisteis un buen encontronazo con Mónica, y quería daros la enhorabuena por haber logrado haceros respetar por ella. No es mala tía, pero a veces se olvida de las personas y solo quiero ver los resultados.

—Pero como bien dices, somos personas. (Autora: Luz ldana)

—Lo sé, lo sé. Y ella también sabe que vosotras sois un activo muy importante de la serie, y a veces quiere exprimir tanto eso… que se olvida de lo que debe cuidar. Pero en fin… creo que además tenéis unas representantes que os defienden con argumentos muy sólidos. Y no lo digo por vuestra subida de salario, lo digo también por los tiempos que han buscado para vosotras.

—Sí, ellas saben lo que necesitamos —dijo Parker mirando a Kristina que sonrió.

—Lo último que quiero deciros es algo personal. (Autora: Luz ldana)

—Dinos, Allen —Kristina miró a Parker haciéndole un gesto con la barbilla porque le había llamado la atención su cambio de voz.

—No sé que va a suceder hoy con los premios, pero para mí ambas merecéis ganarlos. Sé que no sois muy de ganar sí o sí, os importan otras cosas, pero habéis abierto un camino que pocas se hubieran atrevido, sois dos grandes actrices y vuestro trabajo se merece ganar. Sea cual sea el resultado de hoy, para mí sois las ganadoras. (Autora: Luz ldana)

Las palabras de Allen les llegaron al corazón, al final, el trabajo diario les había unido bastante y agradecieron tanto su sinceridad como su apoyo.

Llegaron a casa hablando de Allen, Kristina sabía que no era el momento adecuado en el coche para hablar con Parker. Era consciente que lo primero que necesitaba era uno de sus largos abrazos, contenerla entre su pecho y transmitirle paz. Entraron en casa, tenían una hora para descansar, para respirar y cargar pilas porque esos eventos eran largos y pesados. Volver a aquel lugar, en el que Parker le confesó a Kristina que era lesbiana, le hizo recordar como salió corriendo de allí, aquel recuerdo le provocó una carcajada. Parker la miró fijamente con esa sonrisa en sus labios que se marcaba repleta de amor.

—¿Recuerdas cuándo me confesaste que eras lesbiana? (Autora: Luz ldana)

—¡Oh, por favor, creí morir al verte correr! —dijo dando otra gran carcajada.

—Dios mío… todo lo que ha sucedido desde entonces —sonrió, le entregó la mano para entrelazar los dedos con ella—. Ven, necesitas mimos.

—Mmm… ¡cómo lo sabes! —respondió cerrando los ojos y dejándose llevar. (Autora: Luz ldana)

Se sentaron en el sofá, con las luces apagadas, Kristina había abierto las cortinas y rápidamente se sentó junto a Parker, la abrazó con fuerza y ella se dejó hacer, se acurrucó sobre su pecho, volvía a estar a salvo. Kristina acariciaba lentamente su brazo con suma delicadeza, como si una caricia más intensa pudiera romper la calma que entre sus brazos encontraba. (Autora: Luz ldana)

—Quién me iba a decir, que después de salir corriendo te convertirías en una compañera esencial para mí.

—Y a mí, Parker, que me dio tanto miedo —sonrió.

—Quiero vivir así el resto de mi vida.

—¿Abrazadas? ¿Sin trabajar? ¿Solas? —lo decía con tono divertido.

—A tu lado. (Autora: Luz ldana)

—Yo también, cariño.

Durante un rato hubo silencio, era maravilloso compartirlo con ese abrazo. Pero Kristina no quería que llevara sola el peso de lo que había ocurrido.

—Cariño, ¿cómo estás? (Autora: Luz ldana)

—No lo sé —se separó de su cuerpo, apoyó el pie en el sofá y su codo en la rodilla, suspiró para con la mano retirarse el pelo, su gesto era tan incierto como su postura, toda ella era una expresión de desconcierto—. Desde que me ha contado mi madre lo ocurrido, es como si algo dentro de mí se hubiera descolocado. (Autora: Luz ldana)

—Me alegra que ya Electa sea «mi madre». Ese es un paso grande, mi amor.

—Sí, lo sé, sé que poder llamarla así me ha ayudado a encontrar un poco de calma. Pero lo último que esperaba era que mi otra madre viniera y pidiera ayuda.

—Yo tampoco lo esperaba, la verdad. Y no las tengo todas conmigo que sea porque lo sienta realmente, no quiero pensar que lo haya hecho para acallar su conciencia. Perdóname que dude. (Autora: Luz ldana)

—Tienes todo el derecho porque a mí me pasa lo mismo. Era algo impensable.

—Isabella me ha dicho que Electa fue muy dura con ella. Creo que eso también le ha ayudado a serenar la rabia que sentía. (Autora: Luz ldana)

—Sí, y… mientras estaba recogiendo las cosas para venir quería pensar con calma. Estuve muchos años sintiéndome sucia por lo ocurrido, creyendo que yo hacía las cosas mal, si no hubiera sido por Electa, mi vida no hubiera sido así. Me ayudó y evitó que me suicidara, me habló de frente sobre el tema de la homosexualidad porque yo no me sentía aceptada, ni querida por mi madre. Pasé la mayor parte de mi vida pensando que todo lo que tenía se lo debía a ella, no me di ni una sola vez mérito. Hoy cuando me ha abrazado y me ha dicho que disfrutara de esto, me he dado cuenta que en el fondo Margaret tenía razón, nunca he llegado a disfrutar trabajado porque relacionaba mi éxito a todo lo que sufrí de pequeña —entonces miró a Kristina que la estaba observando atentamente con un gesto de pena—. Addison me ha dado la oportunidad de disfrutar por mí misma, de cada día de rodaje, de cada frase que he dicho, de cada fotografía que me han pedido, era como si ese personaje me rescatara a mí, no sé si es muy loco, mi amor. (Autora: Luz ldana)

—En absoluto, siempre has actuado siendo una Parker para el resto del mundo, una con la que no te identificabas, estoy de acuerdo con Margaret, ahora has sido tú todo el tiempo, ahora puedes mirarte adentro y reconocerte. Y me alegro que por fin hayas podido sentir cada momento como algo único.

—Pero sabes que todo esto sin ti no habría sido posible. (Autora: Luz ldana)

—Creo que ambas hemos descubierto cosas, aunque sin duda, estoy convencida que Addison te ha servido para limpiar toda esa falsa culpabilidad porque no te correspondía —le acariciaba con ternura.

—Ahora lo sé —le sonrió mirándola fijamente a los ojos. (Autora: Luz ldana)

—Y yo estoy y estaré a tu lado para cada día amarte, cuidarte y apoyarte. Decidas lo que decías hacer con Everly, yo estaré a tu lado.

—¿Pero me dirás lo que piensas realmente?

—Por supuesto.

—Bien. Gracias, Kris —le cogió la mano y le beso con fuerza el dorso—. Me siento tan afortunada que solo quiero mirar hacia delante. A tu lado, eso sí. (Autora: Luz ldana)

Unieron sus labios para besarse con suavidad, ambas sintieron la misma electricidad que cada vez que se besaban, era como descubrirse de nuevo. Se miraban con la mirada tierna, adorable, apasionada, el amor brillaba en sus ojos y vivía en sus corazones. Volvieron a abrazarse fuertemente, y se quedaron así hasta que tuvieron que prepararse. Una ducha, el albornoz y a esperar a las chicas para vestirse. (Autora: Luz ldana)

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